lunes, 28 de enero de 2008

La posibilidad de la identidad ciudadana

Por: Juan Carlos González Rocha*

Al día de hoy; responder a la interrogantes de la sociedad y del ciudadano, dentro del contexto de la búsqueda de identidad y del efecto de la comunicación sobre la caracterización cultural y social es algo de grandes magnitudes; formular una respuesta seria en este caso algo muy utópico, mas sin embargo una interpretación creo que no puede quedar muy lejos.

La identidad es una construcción lingüística que caracteriza a la sociedad en la conformación de su cultura; reconoce actos internos y de apropiación de la sociedad respecto a su espacio y tiempo:

“La identidad es una construcción que se relata. Se establecen acontecimiento fundadores, casi siempre referidos a la apropiación de un territorio por un pueblo o a la independencia lograda enfrentando a los extraños. Se van sumando las hazañas en las que los habitantes defienden ese territorio, ordenan sus conflictos y fijan los modos legítimos de vivir en él para diferenciarse de los otros. Los libros escolares y los museos, los rituales cívicos y los discursos políticos, fueron durante mucho tiempo los dispositivos con que se formuló la Identidad (así, con mayúscula) de cada nación y se consagró su retórica narrativa.”
[1]

La configuración de la nación y de sus ciudadanos, contempló por varios siglos los factores de la vida política y cultural del estado, para la hechura de la estructura colectiva en forma de una cultura que diera identidad y pertenencia al grueso de sociedad que resguarda. Por varios siglos todo marcho de manera tranquila para la vida de la nación, sin tener que enfrentar dilemas entre su desarrollo como estado y el de los demás en conjunto; se aceptaba al otro, pero este siempre fue lo suficientemente distinto para poder identificarse por factores culturales. Sin embargo; con la apertura de la economía y política global aunado a los desastres naturales de medio siglo antes a la actualidad, las naciones ya bien estructuradas e identificadas se enfrentan a este dilema de pertenencia identitaria. La reducción del papel de la nación frente al avance exacerbado de las comunicaciones y los problemas antes planteados, dio como resultado el decremento de la importancia de los referentes identitarios de las naciones. No es que la asimilación del proceso sea un agente altamente perjudicial pero si plantea un cambio drástico no paralelo con el tiempo y el espacio en que devuelven en la actualidad. El avance actual ha superado la capacidad de reacción de las naciones al proceso de globalización, una nación en perspectiva de preservación que se construyo durante mas cinco siglos no ha podido cambiar ante tal proyecto social de menos de medio siglo.

El hombre así constituido dentro de la nación también responde a sus características de identidad dentro del nuevo contexto de integración. La reflexión actual sobre la ciudadanía se sitúa en relación directa con los códigos sociales y culturales; además de la actuación como sujetos constructores, receptores que son autoreferenciales de su propia identidad.

Después de posguerra, los cambios sociales han atendido un nuevo periodo en el desarrollo del modo de producción vigente; periodo dado por la ruptura entre ámbitos sociales que antes se habían desplegado en conjunción; la economía se antepone a la política y la sociedad; las crisis constantes en todas los ámbitos dan cabida al aumento de la participación de entes supranacionales; la nacionalidad no alcanza a los países periféricos para su sostenimiento ante el neocolonialismo; los vínculos de unidad de la sociedad del estado nacional van perdiendo su identidad ante la integración regional que solo alude intereses económicos; el individuo como parte integrante de la sociedad, como ciudadano de acción colectiva pierde la capacidad de unión interna, causando la ruptura dentro de la cultura misma; la asimilación de la producción en masa libra un batalla campal contra la defensa de las identidades. El mundo se piensa y actúa en cambios culturales, en tanto la ola del desarrollo igualitario y liberal tienen su actuación por sobre actuación individual y de los estados nación. El quiebre de la línea de continuidad entre la tradicional cultura local y la identidad global, da mas allá de una forma de agregación; sino que también responde a una nueva realidad histórico- social; en donde la transformación de los sistemas de preservación y operatividad cultural se extienden a la revalorización de las metas como una dualidad que es lacerante a las concepciones estática y dinámica de la cultura; la contraposición se entiende en metas tradicionales y modernas, la pluralidad de la cultura se entiende en producción económica pero no rebasa la esfera cultural, la añoranza de la cultura se convirtió en requisito de identidad para la construcción del sujeto y la creación de un espacio publico con autonomía, situación que no se da ante la falta de principios de organización social, política e institucional del proyecto de la globalización.

Tenemos, ahora, un contexto: la globalización, una construcción social: la identidad y un actor: el ciudadano; además de un factor de importancia trascendental al contexto, como lo es la comunicación. “La conciencia de pertenencia tiene dos aspectos complementarios. La conciencia de ser ciudadano...y. La conciencia de pertenencia a una comunidad”
[2], comenzar por la pertenencia del ciudadano a su sociedad es el gran acierto de Touraine, pues la construcción institucional dentro de la sociedad reconoce el avance del sujeto que se instituye dentro de los marcos de su cultura nacional, dando como resultado la búsqueda de manejo viable político de la misma sociedad. La creación de estados nacionales ha tenido esta lógica en la gran mayoría de los casos, la conformación del consenso entre grupos minoritarios fue el retablo de vida social después de las monarquías; no se trato de una mayoría que sobrepasara la integración de la nación, sino de la conciencia de grupos menores que reconocen la identidad de una conformación mas amplia y que se sitúa dentro de un marco espacial y temporal, que define y operativiza la cultura en donde el mismo ciudadano se autoreferencía; se constituye como sujeto de la sociedad y para esta misma, forman una visón del mundo que es dada por los códigos sociales que interiorizamos y posteriormente exteriorizamos mediante la transmisión de estas concepciones, colocando, con esto, en una dimensión de historicidad a su cultura.

El ciudadano, así reformado para enfrentar el contexto actual, es la referencia mas próxima hacia la preservación de la identidad; mas sin embargo, esto implica entender el paradigma global; la dualidad dinámica y estática de identidad para tomar una posición dentro de la estructura que se ha ampliado en los últimos tiempos. También, la intensificación de la comunicación e interacción que se da por la integración regional y global responde a la configuración de la identidad nacional; a en este sentido se libra otra batalla por la ambivalencia de posibilidades, mientras la comunicación en algunos casos es vista como una amenaza de supervivencia cultural, en otros como una posibilidad para superar la exclusión; como un riesgo compartido pero como una nueva figura mas actual y dinámica.

La situación del ciudadano, como característica principal de la cultura, lo ha colocado en este contexto para hacer el recuento de las posibilidades culturales que se tienen; tarea poco sencilla, dado que crear un marco de comprensión tan amplio como la subjetividad del mundo implica responder a los costos de una decisión. Entender esta transformación multicultural también implica asumir que identidad y diferencia implica una pluralidad de concepciones de saber de la otra cultura y aceptarla y viceversa; es decir, de aceptación del otro en todos los ámbitos sociales, que sea políticamente constitutiva del mundo y tenida en cuenta.

LAS IDENTIDADES COMO REPRESENTACIONES SOCIALES

Si por un momento la identidad nacional del sujeto respondió a la del ciudadano que busca integrarse en términos de acción política, hoy este precepto es ampliamente discutido dentro de la búsqueda de la identidad global. Las identidades son “producto de procesos sociales de construcción simbólica”
[3] difieren en su construcción y características, son una formación social permanente pero flexible que se desenvuelven dentro de la subjetividad de toda construcción social; tiene un carácter grupal de identificación, por lo que no puede ser homogénea, ya que esto implicaría el flujo conjunto de espacio y tiempo de toda la sociedad mundial, que si bien esta presente no comparte la valorización en todos los ámbitos ni las representaciones. Dentro de la globalización el carácter tan complejo de actores implica una dinámica interaccional dentro del proceso identitario. En este contexto, la construcción de identidades responde a la confrontación de concepciones respecto a los costos de la dinámica global, la homogenización y a la particularidad del estado-nación. La cultura ha sido convertida en campo de acción política en la construcción de ciudadanos globales, capaces de una interconexión cultural que exprese la dimensión simbólica de un orden colectivo mundializado. Se crean vínculos sociales a partir de la conformación de lazos mediante una red comunicacional que se mueven dentro de un campo puramente formal, altamente judicial y que no atiende a ámbitos informales como cultura.

Los procesos sociales son ampliamente complejos y de alcance mundial; miran hacia la interconexión institucional del mundo entero, de tal modo que se tiende a un espacio público cada vez mas unificado, a la transferencia de autoridad y poder de los estado-nación hacia la ampliación del mercado global. Los traslados de la periferia hacia los centros de poder han funcionado como catalizadores de lazos asociativos, dando una visión de progreso universal y de integración asimilacionista, lo cual ha implicado un sistema inclusivo y a la vez normativo que lleva hacia la modernización de la sociedad. Esta visión asimilacionista, responde al panorama homogeneizador del proyecto global, a la construcción de identidades a partir de los estándares de dimensiones simbólicas mundiales de multiculturalidad. Así, pensar al ciudadano de la aldea global, como posibilidad de un proceso cultural más extenso es pensar en un mundo que no solo implica pensar, al día de hoy, en ciudadano-consumidor tan tajantemente, sino que se explica a partir de ejes trascendentales de relaciones simbólicas que interfieren directamente en las interacciones sociales y las formas de vida como visión del mundo, multidireccionalmente en sentido de una pluralidad regional que se contrae hacia el interior de la funcionalidad de la cultura; afectando de manera individual nuestros modos de actuar.

La transformación cultural obedece a una lógica social, la cual gira en torno a la identidad cultural: “la identidad cultural puede verse como el principio por el cual una sociedad continua creándose o recreándose. El cuerpo vivo de una cultura, se nutre de sus raíces remotas y recientes, de su patrimonio, de sus permanentes cambios con otras culturas”
[4]. Mas sin embargo, la globalización esta reestructurando nuestros modos de vida de forma muy profunda; dirigida por centros de poder, llevando la fuerte impronta de carga simbólica de la homogenización del poder económico sobre lo demás ámbitos de la sociedad, destrozando culturas y ampliando las relaciones asimétricas de poder. Fundamentalismos nacientes en un mundo de tradiciones en derrumbe, que lentamente se trasmiten a lo largo del planeta, en donde todos estamos en contacto regular con el otro, el que piensa diferente y el que vive distinto, pero que esta interconectado con nosotros; así, el cosmopolita ha abrazado esta complejidad cultural, ha asimilado el flujo de códigos culturales en que desenvuelve el mundo en vísperas de la catástrofe mundial; tanto nos acercamos por las tecnología como por los riesgos inherentes al desarrollo de la misma sociedad, nos volcamos en una dinámica social deterministica de la construcción cultural del riesgo.Y

*Lic. en ciencias políticas y administración publica
Correo:
zweck_xx@yahoo.com.mx



[1] GARCIA Canclini, Néstor. “Consumidores y Ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización”. http://www.nossa.unal.edu.co/biblos/consumidoG0001.rtf
[2] TOURAINE, Alain. ¿Que es la democracia?. Fondo de Cultura Económica, México:2000, Pág. 99
[3] MATO, Daniel. Teoría y Política de la Construcción de las Identidades y Diferencias en América Latina. Caracas, Venezuela: 1994 UNESCO - Editorial Nueva Sociedad.

[4] COSSIO Díaz, Roger. Hacia una política cultural. México, Limusa, 1988, Pág., 11
Y Para Anthony Giddens en un mundo desbocado: “el riesgo es la dinámica movilizadora de una sociedad volcada en el cambio que quiere determinar su propio futuro en lugar de dejarlo a la religión, tradición o caprichos de la naturaleza” caracterizando a este en dos: riesgo externo y riesgo manufacturado, siendo este ultimo aquel creado por el impacto mismo de nuestros conocimientos crecientes sobre mundos influidos por la globalización.